Aquí estuvimos
Cuando sucedió, a Miguel lo enviaron al centro de detención juvenil. El juez lo sentenció a un año en una casa hogar para menores; dijo que tenía que escribir en un diario para que algún consejero pudiera tratar de entender su forma de pensar. El juez no tenía idea de que en realidad le había hecho un favor a Miguel. Desde que sucedió, su madre ni siquiera había podido mirarlo a la cara. Cualquier hogar que no fuese el suyo sería un lugar mejor para vivir.
Pero Miguel jamás pensó que conocería a Rondell y a Mong, y en todo lo que sucedería cuando huyesen. Solo pensó en llegar a la frontera con México, donde podría empezar de nuevo. Olvidar a su mamá. Olvidar a su hermano. Olvidarse de sí mismo.
Sin embargo, la vida no suele funcionar como uno cree. Y la mayoría de las veces, escapar te lleva de regreso al mismo lugar del que una vez huiste.