Sonia Nazario
Sonia Nazario es la escritora de La travesía de Enrique: La historia real de un niño decidido a reunirse con su madre, que sigue el viaje peligroso de un joven que viaje al norte, desde Honduras a los Estados Unidos para reunirse con su madre.
En su entrevista con Colorín Colorado, Sonia explica porque quería escribir esta historia y repetir el viaje de Enrique y describir las condiciones extremas en el viaje para los migrantes. También habla de los riesgos para las muchachas en particular, de la generosidad de la gente en México que ayudan a los migrantes que pasan encima de los trenes, y de sus consejos para familias pensando en migrar para el norte.
Entrevista en video
Transcripción
Las mujeres migrantes
Yo supe por primera vez sobre esta historia, este tema de mujeres que vienen a Estados Unidos, madres solteras y dejan para atrás a sus niños, a raíz de una conversación con una señora, Carmen, ella me limpiaba la casa en Los Ángeles, dos veces al mes y ella estaba tratando de entender cuál era mi problema porque había estado casada siete años en ese entonces, latina, y no tenía ningunos niños. Y ella pensaba, "Bueno esta señora, parece tan buena, pero eso todo obviamente muestra que tiene algún monstruo dentro de ella, ¿qué está pasando aquí?"
Así que por fin, un día, una mañana me preguntó, "¿Sonia, cuándo va a tener un baby?" Y yo no le quería contestar, así que yo le hice una pregunta a ella, "¿Carmen, tú vas a tener más niños más que el uno que yo conozco?"
Ella empezó llorar y me contó en mi cocina esa mañana de cuatro niños que había dejado para atrás en Guatemala. Ella era de Guatemala, y me dijo, "Sonia, yo soy madre soltera, mi esposo, él me dejó para andar con otra mujer, y no podía dar de comer a mis hijos más de una vez, quizás dos veces al día, pero de noche mis niños siempre lloraban con hambre." Y me mostró en mi cocina esa mañana, cómo les daba vuelta a sus hijos de noche en la cama, y les decía, "Duerman boca abajo para que sus estómagos no gruñen tanto." Y me dijo que los había dejado con la abuela, en Guatemala, había venido Carmen a trabajar en Los Ángeles, y que no había visto a sus hijos en doce años.
Al año su hijo vino solo en búsqueda de ella y él me contó que había venido en una serie de buses, muy difícil, le habían robado, le habían pegado, pero que había miles de niños que venían en una manera mucho más difícil, encima de los trenes cargueros, viniendo a buscar a sus mamás como él había hecho. Y me pareció una historia tan increíble, de estos millones de madres que han venido, y esos cienes de miles de niños que las siguen, vienen buscando a sus madres para tratar de estar con ellas de nuevo. Que era una nueva manera realmente de escribir esta historia tan grande de la migración a Estados Unidos. Y cómo ha cambiado la cara del migrante que viene a este país, no son solo hombres, son más de la mitad ahora son mujeres y niños.
Conociendo a Enrique
Bueno, Enrique es un niño que la mamá lo deja para atrás, en Honduras, cuando tiene solo cinco años. La mamá es una madre soltera en Honduras y es muy pobre y ve que no va a poder dar de comer a sus hijos tres veces al día, que Enrique no va a poder estudiar, más que el tercer, cuarto grado. Así que decide dejarlo en Honduras a los cinco años y venir a trabajar en Estados Unidos.
Y la mamá de Enrique es como la mamá de millones de migrantes que han venido, madres solteras que han venido de México, de Centro América, y han dejado para atrás a sus niños. Todas piensan que esto va a ser un año, dos años la separación. "Voy a traer a mi niño rápido, voy a volver a él en mi país de origen," pero lo que ven es que la vida aquí es muy difícil.
Es más difícil de lo que pensaban. Y estas separaciones se alargan, cinco, diez años, a veces más. Así que estos niños, como Enrique, se desesperan de estar con la mamá de nuevo. Y él se siente muy solo, sin la mamá, le pregunta a la abuela con la cual la mamá lo deja: "¿Cuándo vuelve mi mami?, ¿Va a volver o no? Y después de 11 años de no verla, a los dieciséis años, por fin, desesperado dice, "Yo voy a ir en búsqueda de ella."
Y como muchos de estos niños, no tiene dinero y así que viaja de la única manera que puede, colgado de los techos de los trenes cargueros, que van a lo largo de México. Y realmente es una odisea que él enfrenta porque hay bandidos al lado de los trenes, robando, violando, matando a los migrantes, incluyendo estos niños.
Hay pandilleros que controlan los techos. Van de vagón a vagón y rodean a los migrantes y les dicen, "Me vas a dar tu dinero, o tu vida." Y muchas veces, matan a estos niños encima de los trenes. Y los niños se enfrentan subirse, bajarse a estos trenes mientras están en movimiento. "La bestia," como lo llaman. Así que es una odisea lo que enfrentan. Y para Enrique, se va a pasar tres meses, va a andar doce mil millas, ciento veintidós días, y hacer ocho intentos de cruzar México en su meta de llegar a su mamá en Estados Unidos.
La bestía
Pues, yo para realmente entender este viaje a fondo y escribir sobre esto en una manera muy apasionada, también quería poner encima de este tren carguero a los lectores del libro, para que entiendan todo lo que enfrentan estos niños a fondo; yo decidí hacer este viaje mí misma. Así que yo conocí a Enrique, ya había llegado él hasta el Norte de México.
Estaba en Nuevo Laredo, y estaba viviendo afuera, al lado del Río Grande, durmiendo afuera, comiendo una vez al día, tratando de sobrevivir, y quería mostrar todo lo que enfrentan estos niños en hacer esta odisea encima de los trenes cargueros. Así que me pasé dos semanas con él, al lado de él durante el día, en medio de la noche, viendo la miseria que estaba viviendo.
Y durante ese tiempo él me contó lo que había pasado en ese viaje. Así que yo volví a la casa de su abuela, a donde él vivía antes en Honduras, e hice este viaje exactamente como él lo había hecho hace unas semanas. Así que me pasé… viajé mil seiscientos millas y más o menos la mitad de eso encima de siete trenes cargueros, a lo largo de México.
Y sí fue una locura, porque bueno, yo enfrenté mucho de lo que enfrentan estos niños encima de estos trenes. Yo había hablado con muchos chicos diciendo por favor, "Decíme todo lo malo que puede pasar encima de este tren." Pero ninguno me contaron de las ramas que a veces van arriba de los trenes cargueros. Y eso era mi primer tren que andaba, era noche, y estaba encima de un vagón.
Y había más o menos cien migrantes encima del tren, y los que estaban más cerca del frente del tren empezaron a llamar para atrás, "¡Rama!" Pero yo no oía lo que decían, este tren es increíblemente, hace mucho ruido, y estaba agarrada con dos manos porque el tren choca de lado a lado, y si no te agarras de las dos manos no te vas a mantener encima del tren. Pero no oí el warning que me mandaron los migrantes.
Y una rama me pegó justo en la cara y me echó para atrás, casi me sacó del tren. Pude agarrar un riel, al lado del vagón, y me subí de nuevo al tren. Y había un niño detrás de mí, en el vagón, que lo echó la misma rama, y seguramente ese niño murió, porque cuando los trenes van para adelante chupan aire debajo del tren. Así que cuando te caes para abajo, te chupan las ruedas del tren. Así que eso fue solo una cosa que me pasó, me pasaron muchas otras cosas encima de ese tren.
Pero… y tenía una pesadilla. Hice el viaje dos veces, tres meses cada vez. Tuve una pesadilla cada noche, al terminar este viaje porque que un pandillero me corría encima del tren, me estaba tratando de violar, y tuve que entrar a mucha terapia para que esa pesadilla pare.
Pero yo creo que esto realmente me ayudó a entender qué es lo que pasan estos niños. Porque yo pasé un por ciento de los pasan estos niños. Yo pude bajarme del tren, tenía pesos para comprar unos tacos, podía ir a un motel. Y estos niños no tienen nada de eso. Así que para mí, realmente me ayudó a entender de manera muy profunda lo difícil, lo increíblemente difícil que es este viaje para estos niños.
Peligro para niñas
Bueno, para las niñas el peligro es mucho más que para los niños que hacen este viaje porque muchas se enfrentan a ser violadas encima de ese tren carguero. Obviamente los niños también a veces lo violan, pero eso es mucho más un peligro para las niñas. Y yo veía en el tren, que las pocas mujeres, en ese entonces que había en el tren niñas, se escribían a veces en el cuerpo, en el pecho, "Tengo SIDA," para tratar de prevenir ser violadas.
Así que, especialmente en el Sur, donde los pandilleros van de vagón de vagón y rodean a los migrantes y les roban, muchas veces violaban a las muchachas. A veces a mujeres delante de sus esposos. Era increíble y muchos migrantes habían visto violaciones encima de esos trenes. Y eso es parte del trauma de este viaje que hacen muchos niños de ser violadas. Un porcentaje muy alto de muchachas son violadas, y empiezan a tomar pastillas contraceptivas antes de hacer el viaje reconociendo que es muy probable que van a ser violadas estas niñas.
Vivir tu fe: La generosidad en Veracruz
Bueno, en este viaje hay mucha gente que quiere perjudicar a estos niños. Y la gran mayoría de estos chicos, los estudios demuestran, antes de salir del primero de trece estados que tienen que cruzar, solo en Chiapas, en el Sur de México son pegados, violados, robados, la gran mayoría. Así que para mí eso fue horrible lo que yo vi en Chiapas.
Pero hay una bondad tremenda también en muchos mexicanos que ayudan a estos migrantes. Y yo lo vi más claramente en Veracruz, en el Sur todavía de México, más central. En Veracruz lo que yo vi es que en estos pueblitos a donde había una curva en las vías, y ese tren tenía que ir un poco más lento. Cuando la gente en estos pueblitos oían el pito del tren yo veía diez, veinte, treinta personas que corrían fuera de sus casitas con bultos de comida en sus brazos.
Y todos estaban gritando a la gente encima del tren, y les arrojaban tortillas, pan, sandwiches. Si no tenían comida, muchas veces le tiraban cualquier fruta que estaba de época. Enrique, naranjas, piñas. A mí eran bananas que me echaban encima. Si no tenían bananas, echaban botellas de agua.
Y si ni tenían eso, yo veía en estos pueblitos la gente salía, se ponían al lado de las vías de tren y daban una oración hacia estos migrantes que pasaban encima del tren. Esto me conmovió tanto porque muchos de estos mexicanos que viven al lado del tren son los más pobres, ganan un dólar al día. Y muchos apenas podían dar de comer a sus propios hijos. Pero daban un poquito de lo que tenían a esta gente ajena, de otros países que van a ver un segundo y pasan y ya no los ven más. Y para mí, cada uno de ellos me dijo, "Yo estoy haciendo esto porque es lo que uno debería hacer, es lo correcto hacer, es lo que cristiano de hacer. Yo estoy segura que es lo que Jesús haría si estaría en mi lugar. Quizá no he leído que hay noventidos menciones del ajeno en el Testamento Viejo pero yo sé que esto es lo que haría Jesús en mi lugar."
Yo vi gente vivir su fe en una manera de México que me… que era increíble. Una mujer, Francisca, tenía una casita chiquita, era un cuarto, y apenas tenía para dar de comer a sus hijos, pero cuatro veces al día daba comida a los migrantes. Se ponía en mitad de noche para tirar comida al tren que pasaba en mitad de noche. Y su casita era un cuarto y no sé cómo puso tres camas ahí adentro. Cada noche dejaba, ella y sus dos hijos dormían en una cama y media, y cada noche dejaba que tres migrantes, gente que ni conocía esa mañana duerman en la otra cama y media. Eso es vivir tu fe.
Consejo para familias pensando en migrar
Bueno, para mí es muy difícil dar un consejo a las madres o a los niños si deberían venir o no. Yo sé lo violento que está la situación ahora en Honduras. Tiene el nivel de homicidio más alto en el mundo. El Salvador es número cuatro, Guatemala número cinco. Muchas veces en estos países es salir o morir. Es trabajar por los pandilleros, por los narcos o morir. Esos son tus opciones. Así que entiendo por qué tanta gente quiere huir, realmente. Son gente, son refugiados como en muchos países que la gente que se va huyendo de esa violencia. Y son países que el gobierno, en muchos casos tan corrupto y no te pueden, o no quieren ayudarte.
Pero el consejo que les doy a muchas mujeres latinas es: tú sabes los beneficios de venir aquí, a Estados Unidos, que sí vas a poder mandar dinero a tus hijos. Van a comer, van a poder estudiar, y eso es lo que ocurre con Enrique y con su hermana. La hermana de él puede ir a la universidad. Y eso es enorme. Casi nadie en su barrio puede hacer eso.
Pero creo que es también importante que las latinas entiendan, que si tú dejas a tus niños por diez años, la historia no va a terminar bien. Porque estos niños no te lo van a agradecer, te lo van a echar en la cara: "¿Por qué me dejaste? Tú dijiste que volvías en un año, han sido diez años." No lo entienden. Dicen cada uno. Y yo he entrevistado cienes. Dicen, "Yo hubiese preferido tenerte a mi lado para amarme, para protegerme, que tenerte en Estados Unidos, mandando los zapatos Nike, y la pelota de soccer. Y sí, hasta el dinero para poder comer."
No lo entienden. Había un niño en una escuela en Los Ángeles que dijo a su mamá, a la cara, delante de mí, "Ni un perro deja a sus cachorros." Así que muchas de estas mujeres pierden lo más importante, es el amor de sus hijos. Yo sé esto mirando a la señora que me limpiaba mi casa.
Yo la vi hace unos años en Iowa, se había trasladado a Iowa a trabajar en una empacadora de carne. Se fue con su esposo que también era de Guatemala pero lo conoció en Los Ángeles. Y cuando nos vimos, le pregunté, "¿Cómo va la vida, Carmen?" Me dijo, "Bueno, yo recién me enteré que todos en la empacadora ya sabían." Ella pudo traer a sus dos hijas legales, al final después de diecisiete años.
Se enteró que la mayor, para echarle el cuchillo a la mamá por dejarla por tanto tiempo, había tenido sexo con el esposo de la señora que me limpiaba la casa. Y ella me dijo, "Recién eché a mi esposo de la casa, y mañana las dos chicas se vuelven a Guatemala. Si yo hubiese sabido entonces lo que sé ahora, nunca las hubiese dejado. Esto ha destrozado mi familia."
Desde entonces ella se ha reunificado de nuevo con sus hijas, no con su esposo.
En cada high school en Estados Unidos, hay uno o dos casos así. Es el caso más extremo, pero no es… Eso pasa bastante en todos los high schools. Es lo peor, pero eso es lo que puede pasar cuando dejas a tus hijos o hijas por diez años. Así que creo que es mejor que si vas a venir, tratar de venir como familia o tratar de no estar separado muchos años. Porque esa separaciones causan mucho daño.
Excerpto: la Travesía de Enrique
Hola, mi nombre es Sonia Nazario, soy la autora de La Travesía de Enrique y voy a leer de mi libro: Lourdes sabe de un solo lugar que ofrece esperanza. Cuando era una niña de siete años y le tocaba llevar las tortillas que hacía su madre a las casas de los ricos, alcanzó a tener un vistazo fugaz de ese mundo en televisores ajenos.
Había una distancia abismal entre estas imágenes titilantes y la casa de su infancia. Una choza de dos habitaciones hecha con tablones de madera, un precario techo de hojalata sostenido con piedras, un montón de arbustos como único baño.
En la televisión, ella vio los espectaculares edificios de Nueva York, las luces resplandecientes de Las Vegas, el castillo mágico de Disneylandia. Lourdes ha decidido partir. Se marchará a Estados Unidos y ganará dinero para mandar a su casa. Será una ausencia de un año, aun menos si tiene suerte. Si no, desde allá mandará a traer a sus hijos para que estén con ella.
Es por ellos que se va, se dice a sí misma. Pero igual se siente tan culpable. De rodillas besa a Belchi y la estrecha contra su pecho. Luego se vuelve hacia su propia hermana. Si se ocupa de Belchi, Lourdes la enviará del Norte un juego de uñas postizas de oro.
Pero a Enrique no puede mirarlo, él solo recordará que ella le dice, "No olvides ir a la iglesia esta tarde." Es el 29 de enero de 1989. Su mamá baja del portal, se aleja caminando. "¿Dónde está mi mami?" Pregunta Enrique, llorando una y otra vez. Su madre no regresa nunca.
Y el destino de Enrique será sellado. Cuando llegue a la adolescencia, en verdad siendo aún niño, Enrique se lanzará solo a los Estados Unidos en busca de su madre.
Casi inadvertido, él será uno de los casi cuarenta y ocho mil niños que entran cada año a los Estados Unidos desde México y Centro América como indocumentados, y sin ninguno de sus padres.